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Casilda Sánchez. Y el mar se negó a ser tierra.

La sala de las columnas es transformada en un viaje acuático, un laberinto de videoproyecciones de gran formato en el que los límites se desdibujan y las coordenadas se invierten. Abrazados por lo informe, infinito y cambiante, nos encontramos rodeados de monumentales imágenes en movimiento que nos cuesta identificar, espacios que nos abrazan y nos atraen a sus profundidades marinas, en las que por momentos nos parece no estar solos. La visión se vuelve una impresión incierta: estamos sumergidos, en plena travesía, atrapados en una historia sin principio ni fin, eterna y cambiante.

Ficheros