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MARIO SANTAMARIA. GÀRGOLA

A cargo de Alexandra Laudo

Mario Santamaría ha creado un avatar dentro de un metaverso, el Voxels – Ethereum Virtual World, y lo ha situado a trece mil quinientos millones de años luz de la superficie de este mundo virtual. Esta distancia es la misma que separa la Tierra del objeto luminoso más remoto conocido hasta ahora, el HD1, que la comunidad científica identificó en la primavera de 2022, y que no se sabe si es una galaxia temprana o un agujero negro. Después de situar el avatar en este punto del metauniverso, el artista lo ha hecho saltar hasta la superficie metaterrestre, en un salto imposible que, a la velocidad de la luz, tardaría trece mil quinientos millones de años a completarse, y que a la velocidad del avatar saltador, que es aproximadamente de unos ciento veinte kilómetros por hora, no finalizará hasta dentro de unos ochenta y nueve mil treinta y ocho billones trescientos setenta mil veintiséis millones de años. Este salto, que es también una caída veloz en un tiempo profundo, está sucediendo ahora, en un metaverso.

En otro metaverso, el Next Earth, la Tierra se reproduce digitalmente a escala 1:1, y los usuarios pueden comprar y vender porciones de territorio que, aun siendo de naturaleza virtual, se corresponden con una localización específica del globo. Santamaría ha adquirido en esta plataforma una pequeña parcela virtual del terreno que ocupa el Centre d’Art La Panera, y ha proyectado su perímetro en la primera planta del centro, para construir un subespacio expositivo de las mismas dimensiones que el territorio virtual del que él es ahora propietario.

El artista presenta su instalación, «Gárgola», dentro de este subespacio, y deja vacía el resto de la sala de exposiciones. En la instalación, un sistema de refrigeración líquida dispersa el calor generado por los aparatos tecnológicos que encontramos: un ordenador conectado a internet y dos pantallas que muestran la caída del avatar, con una imagen abstracta y diáfana ligeramente cambiante, y un sonido de velocidad y caída, similar a un ruido blanco. No es posible identificar, en esta representación, el cuerpo virtual que salta desde el lugar más remoto y distante del conocimiento humano, ni tampoco el espacio que recorre y que lo rodea mientras cae. Lo que vemos es un glitch, un error que expresa el colapso de la imagen y señala el límite de lo que puede ser representado, pero que también genera una interrupción en el flujo eficiente y constante de datos, lo que abre un espacio de posibilidades para imaginar otras formas posibles de existencia.

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